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Mientras disfruto de un té verde y observo el amanecer del 2025, me doy cuenta de lo rápido que ha pasado el tiempo desde aquel día de enero de 2012 en que escribí mis reflexiones sobre las tendencias tecnológicas. En aquel entonces, el 2011 me había parecido un año fugaz, pero hoy siento que toda una década se ha diluido como arena entre los dedos.

Revisando mis escritos de entonces, me sorprende cómo muchas de esas ideas aún aplican, aunque el mundo ha evolucionado más allá de lo que podría haber anticipado. En 2012 me intrigaba cómo los modelos de negocio, particularmente en el ámbito de las TIC, estaban transformándose. Ahora, en 2025, veo que esa transformación ha llegado a niveles que desafían incluso nuestras capacidades para adaptarnos.

La paradoja de la tecnología

Hace más de una década, observé cómo las empresas comenzaban a adoptar tecnología sin entender realmente sus procesos internos. Esa tendencia no solo persiste, sino que se ha amplificado. Hoy vivimos rodeados de inteligencia artificial, big data y soluciones automatizadas que prometen optimizar todo, desde la atención al cliente hasta la manufactura. Sin embargo, el desconocimiento técnico sigue siendo abismal.

Encender una luz o programar un termostato conectado a la red es tan natural como respirar. Pero, ¿cuántos usuarios realmente entienden cómo funcionan los sistemas que controlan su día a día? La democratización de la tecnología ha hecho que la gente la use cada vez más, pero que entienda cada vez menos.

En mis días de conferencista en Medellín, recuerdo convencer a empresarios de la importancia del correo electrónico. Hoy, esa batalla parecería trivial. Sin embargo, la lucha continúa, pero ahora con conceptos como soberanía tecnológica, ética de la inteligencia artificial y resiliencia digital.

 

El emprendimiento frente a gigantes tecnológicos

En 2012 mencioné la competencia desleal que enfrentaban los nuevos emprendedores tecnológicos ante gigantes como Google, Facebook o Skype. En 2025, esa competencia es aún más feroz. Ahora no solo se enfrentan a grandes corporaciones, sino también a plataformas impulsadas por inteligencia artificial que entregan soluciones automatizadas y personalizadas.

La consultoría, que siempre ha sido uno de mis campos preferidos, sigue siendo necesaria. Sin embargo, la proliferación de herramientas "plug and play" y plataformas como ChatGPT o Bard ha reducido la percepción de su valor. Hoy, cualquiera con acceso a un asistente inteligente y una conexión estable cree tener las respuestas a todos sus problemas.

 

La falta de innovación local: una deuda pendiente

En uno de mis escritos de 2012, hablé sobre la falta de verdaderos innovadores en nuestra región, y esa reflexión sigue vigente. Seguimos siendo, en gran medida, consumidores pasivos de tecnología. Si bien algunos países de América Latina han avanzado en términos de desarrollo de software y emprendimientos tecnológicos, la brecha con los grandes centros de innovación global sigue siendo enorme.

Estamos conectados como nunca antes, pero aún dependemos de tecnologías externas para resolver nuestras necesidades. Las apuestas deberían estar en fomentar ecosistemas locales de innovación, en crear aplicaciones y soluciones adaptadas a nuestras realidades y en construir una sociedad que valore y consuma conocimiento local.

 

El futuro: impredecible, pero apasionante

Hoy, como en aquel entonces, no me atrevo a hacer predicciones concretas. Pero si algo he aprendido en estos años es que lo único constante es el cambio. Las tecnologías emergentes como la computación cuántica, el metaverso y la biotecnología prometen transformar aún más nuestro mundo. Sin embargo, el verdadero cambio dependerá de nuestra capacidad para no solo adoptarlas, sino entenderlas y aprovecharlas en beneficio de nuestras sociedades.

Seguiremos viendo cómo se desarrollan las cosas. Este 2025 me encuentra, como siempre, con una mezcla de curiosidad y optimismo cauteloso. Les seguiré contando a medida que el futuro se despliega ante nosotros.